Así, la lucha mapuche se intensifica. Frente a los hechos agresivos cada vez más frecuentes de las autoridades, la comunidad entra en resistencia.
En junio de 2007, en Temuco, Novena Región de la Araucanía, donde se concentra gran parte de la población rural de este pueblo originario, un tribunal enjuiciará a una familia mapuche “alzada” por un conflicto de tierras. Juana Calfunao, máxima autoridad política de su comunidad, su pareja, Antonio Cadín Huentelao y su hijo, Waikilaf Cadín Paillalef, enfrentan penas que en conjunto pueden llegar hasta los once años de prisión. Fueron encarcelados por fuerzas especiales de la policía, en el momento en que realizaban un corte de camino para impedir la tala de árboles y el trabajo la empresa eléctrica Frontel (del grupo Saesa, de la transnacional norteamericana PSEG Global) que intentaba desarrollar en sus tierras, sin contar en papeles de permiso. Esta es una práctica habitual de Frontel, pero ellos iniciaron la resistencia ante lo que consideran un abuso cometido en sus tierras.
Así, se encarcelaron la pareja y su hijo, sufriendo de discriminaciones en tribunales, malos tratos y torturas.
La resistencia de esta comunidad es el resultado de una larga historia de abusos y denegación de justicia, con hechos como aborto provocado a Juana Calfunao en el año 2000 por maltrato policial en una detención en una terminal rural de buses, y tres incendios intencionados de su casa (en uno de los cuales un anciano mapuche, amigo de la familia, murió calcinado) que ellos denunciaron como parte de una campaña de amedrentamiento realizada por grupos paramilitares ligados a latifundistas de la zona.
Asimismo, en una entrevista que realicé en Santiago en la cárcel de alta seguridad, Waikilaf dijo « Yo creo que el Estado chileno no conoce bien al pueblo mapuche y está haciendo una política de oídos sordos y tarde o temprano el pueblo mapuche se va a levantar, el pueblo mapuche está más organizado de lo que ellos creen. Y está dispuesto a llegar muy lejos. Me llama la atención cómo el gobierno miente en los informes a la ONU. Nuestra lucha no sólo es por la tierra sino también por el respeto, por la humillación que se está pasando, por el sentimiento de estar en tu tierra y que te peguen ahí mismo en tu casa...”